adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo