Adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo

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Adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo

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Adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo
Adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo
Adolfo contemplaba el paisaje desde el amplio ventanal de su consultorio. Sus manos no habían temblado en un par de meses; sus músculos se sentían más firmes y las manchas moradas que habían aparecido bajo sus ojos, apenas se percibían. La decrepitud parecía alejarse. La vitalidad crecía en su interior. Bullía el deseo de vivir; la fuerza y la potencia, que se habían diluido entre los años y la viudez, volvían a él destellando en sus pupilas. Su mirada grisácea desaparecía y el verdor oliváceo de sus ojos volvía refulgiendo de vigor., photo

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