la oficina del comisario Ismael Salmerón, perfectamente ordenada como su traje azul marino, reflejaban la obsesiva perfección. Sus elegantes maneras sólo se veían empañadas por el pronunciado temblor de su mano izquierda. Su cabeza brillante, sudorosa por momentos, pero que él, con toda la gracia y la elegancia de un hombre de modales refinados, secaba con su pañuelo de seda siempre dispuesto en el bolsillo de su saco., photo